La figura del abogado resulta fundamental por cuanto es el intérprete de la ley y el intermediario entre la verdad del precepto y la verdad del individuo. El abogado moderno se ve obligado a rejuvenecer cada día su vocación y principios en el estudio de la ley, en la actualización metódica de sus herramientas técnicas e intelectivas y en el análisis crítico de la evolución humana.
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